domingo, 18 de noviembre de 2012

“Andan entre nosotros siempre una caterva de encantadores que todas nuestras huelgas mudan y truecan"

Imagen aérea de la mani "encantada" del 14N, Barcelona
"¿Pero dónde está la huelga?" No otras fueron las primeras palabras pronunciadas por el Manco el pasado 14, una vez asomó su afilado rostro por el balcón y contempló como la mayor parte de comercios del barrio seguían con su ritmo cotidiano y habitual en tan señalado día. Una vez despojado del pijama, sin pausa para ducharse o desayunar, y sin ni tan siquiera caer en la cuenta de que no llevaba ni calzado ni ropa alguna debajo del abrigo, bajó a la calle entre pellizcos, como buscando nada más cruzar el umbral deshacerse de las legañas, el espejismo, la pesadilla. Pero nada. Porque el paisaje que encontró sólo podía ser descrito como dantesco. La mayor parte de aquellos comercios (incluso algunos que recordaba cerrados el 29M) permanecían abiertos, incluso sin la preceptiva puerta metálica a medio abrir en previsión de la visita de algún piquete.

"¿Pero cómo puede ser? ¡Si este es un barrio obrero! ¡Y los bares, lo que más jode son los bares! ¿En qué manos hemos dejado nuestra don de ebriedad?", maldecía en arameo una vez de vuelta para completar su indumentaria. "Hombre, Manco, tú ya sabes cómo son estas cosas. Igual algunos encantadores te hacen ver esquiroles donde realmente hay una ciudad paralizada". Obvia decir que el desvergonzado comentario de Rambó a punto estuvo de acabar en descomunal altercado, que hubiera dejado en chiquillada de patio de colegio la estupenda batalla que en su día tuvieran el gallardo vizcaíno y el valiente manchego. Como fuera, convencimos al Manco de que Barcelona era muy grande, y más profunda que la cueva de Montesinos, y que se imponía un largo paseo, como de punta a punta en plano y jornada. Así que, por segunda vez en aquel día, se lanzó escaleras abajo y prosiguió su busca que te buscarás.

Para entonces ya intuíamos lo que Nadie nos confirmó breves instantes más tarde. Que sin ser la huelga soñada por nuestro amigo (nostálgico como pocos de aquellos tiempos en los que, una vez acabada la mani, no encontrabas abierto bar alguno donde brindar por el triunfo), había sido un éxito rotundo en la industria, el transporte y la educación (si bien más entre el alumnado que el profesorado). En cuanto al comercio, si bien el seguimiento era desigual (50 por ciento, por ejemplo, en los mercados municipales), se detectaba a primera vista la escasa afluencia de clientes -excepto en bares y cafeterías-. Además, a mediodía, Rambó -ya más calmado- nos alertaba de que en diversos puntos de España, a esas horas, las luces de las farolas permanecían encendidas sin motivo aparente en un claro intento de falsificar los famosos datos de consumo energético. Era por esa misma hora cuando, por otra parte, empezaba el recital de llamadas procedentes de Ítaca de conocidos y familiares de Nadie, perceptiblemente horrorizados ante las noticias que les habían llegado al respecto de la performance tarraconense de los chicos azules de Puig (¿Un niño, una adolescente? ¡Y luego te quejarás, Noi del Bat, de que alguien te llame Profeta de la Violencia!). Aunque Nadie procuró inmediatamente tranquilizarlos a todos, asegurándoles que el desembarco de CiU en la bella isla jónica va para largo, no nos cabe la menor duda de que hoy en día, para un itacense, mirar al horizonte, guarda un significado de premonición escatológica hasta hace poco desconocido.

En fin, llegó la hora de las confesiones. Y esta es de las de varios padrenuestros: a pesar de secundar la huelga, ninguno de nosotros estuvo en la mani. Ahora ya es demasiado tarde para el carrusel de justificaciones, disculpas o incluso reproches, pero no cabe duda de que aprovechar la circunstancia para marcarse una paella con abundante aparato logístico de bebidas "espirituales" pocas horas antes de tan memorable y alta ocasión, no fue una decisión acertada. Así que, como podéis comprender, esperábamos en candeletas la vuelta del Manco, para asaltarle a preguntas.

Nada supimos del Manco hasta bien entrada la mañana del día siguiente. Visiblemente aterido de frío, su mirada se elevaba bastante más allá del más extremo rapto místico. En ella leíamos con emoción cómo finalmente había encontrado a la enorme marea humana que hizo pequeños el Passeig de Gràcia y aledaños, como también el momento en que atravesó la manifestación convocada por CGT y CNT, o aquel otro en que la ciudad se volvíó azul lechera, justo enfrente de la cercada -por sus propios mercenarios- sede de Convergència. Y siguiendo los surcos abiertos por sus dilatadas pupilas, comprobamos como ese mismo éxtasis le había salvado de los palos y las balas de goma que otros menos afortunados no pudieron evitar (lance, por cierto, que nos trajo a la memoria aquella escena de Pequeño gran hombre en la que, en plena carnicería del ejército norteamericano, el jefe indio Viejo Guarda Pellejos salva milagrosamente la vida junto al protagonista, Jack Crabb, confiando simplemente en la "invisibilidad" que le proporciona su ceguera). Y así, hasta llegar al mar, y respirar hondo, esperando a la llegada del nuevo día, con la sensación de haber protagonizado, junto a tantos otros desconocidos, una jornada histórica, en la misma ciudad -y la misma playa- donde Don Quijote cayera definitivamente derrotado.

Queda dicho que la del alba no sería, sino al menos un par de horas más tarde, cuando el Manco se dignó volver a la redacción: "¿Qué, chicos, qué dicen de la huelga? ¿Y de la mani?", soltó nada más recuperar las constantes vitales. "¿Qué huelga y qué mani, Manco?", contestó de forma sospechosamente burlona Rambó. "¿Qué huelga y que mani van a ser, R., las de ayer?". "¿Las de ayer, Manco? Ayer el único que aquí hizo huelga fue el sol, que brilló por su ausencia". Y entre las incipientes risas, Rambó acercó al Manco algunas de las portadas recién salidas del horno: "Huelga minoritaria", "Huelga limitada", "De fracaso en fracaso". "España prefiere trabajar". "¿Pero qué diablos es esto?" -le espetó el Manco- "Traedme mi prensa". "Mira tú mismo en las ediciones digitales de hoy, si no me crees. Sólo hablan de la moratoria de desahucios aprobada por el Gobierno". "Por favor, no me vengáis con desahucios. ¿Qué primo se va a creer que estos jayanes y follones vayan a dejar a los bancos con las vergüenzas al aire? Esto es el chocolate del loro".

Imagen de los sabios Méndez y Toxo, 14N, Madrid
Fue entonces cuando el Manco nos relató todo aquello que ya habíamos sido capaces de contemplar en sus ojos. ¡La mani! ¡Era imposible que toda aquella muchedumbre no fuera real! Y aunque nuestra conciencia nos pedía abandonar la farsa, el mismo Dosto se aventuró a proseguirla de la forma más cruel: "¿Quieres decir, Manco, que no te toparías con un par de rebaños de los tuyos?". "El único rebaño es el de los que fueron incapaces de bajar la persiana por un día", contestó el complutense. "Os juro que fue real, que apenas se podía avanzar por el Passeig de Gràcia. No es posible, dejadme ver las páginas web de los sindicatos". Y aunque obviamente allí encontró lo que buscaba, antes de que se sintiera reconfortado, contraatacamos poniendo nombre a la caterva de encantadores, los sabios Méndez y Toxo. Demasiado para el Manco, quien decidió tomarse la huelga por su mano, y a día de hoy no ha vuelto a aparecer por la redacción, con el consiguiente enojo de Nadie, quien no nos perdona que nos entregáramos a tan desmesurado y despiadado juego con el amigo, en lugar de denunciar la evidente complicidad con la partitocracia de los medios más importantes en el silenciamiento de una huelga que, desgraciadamente para los intereses de aquella, coincidía con una de las citas electorales (la catalana) más importantes de los últimos años.

Y así nos luce el pelo, en estos tiempos de esperpento político, en el que las mentiras son tenidas por verdades, y las verdades, hábilmente traspapeladas en la voracidad de la actualidad y los intereses espurios, quedan rápidamente transformadas en tierra, humo, polvo, sombra, nada. Inmejorable momento, sin duda, para que el Manco se deje de berrinches e infantiles huelgas individuales y, al modo de Coppola, convierta su obra magna en trilogía, pues no otra cosa parecen pedir los tiempos estos en que (mal)vivimos, y de cuyo encantamiento mucho nos tememos, no podamos salir, ni con los consabidos 3.300 azotes de Sancho, ni, por supuesto, con los 3.300 recortes con los que más temprano que tarde nos van a amenazar esa otra caterva de "sabios" (estos, verdadera caterva) que responden al nombre de Troika.


P. D.: Otro encantamiento para la antología ha sido el que ha hecho que los medios del "oasis" hayan pasado aun más de puntillas si cabe sobre las últimas barrabasadas perpetradas por los gossos (txakurrak, en euskera) d'esquadra en pleno centro de Barcelona la misma tarde del miércoles (y no nos referimos tan solo al "punto caliente" alrededor del Palau de la Música), de entre las cuales cabe destacar, una vez más, la pérdida de un ojo por parte de una manifestante, Ester Quintana, a causa del impacto de una pelota de goma. La misma prensa (a excepción del artículo de Esther Vivas aparecido en Público) dio por buena la versión minimalista ("en allà no va haver-hi cap actuació ni cap càrrega policial") del impúdico personaje que ocupa la Conselleria d'Interior sin hurgar más en la cuestión, mientras Internet se llenaba de testimonios de los hechos que no solo desmentían tal información, sino que nos sobrecogían con su relato. Doctrina del miedo, deriva violenta de las unidades antidisturbios de la policía catalana, que en cierto modo se veía anticipada en la delirante tesis de máster defendida en 2009 por uno de los pesos pesados de Interior, el "busca-extermina-ratas" David Piqué (¡anda, comisario, que con los pocos árboles que hay en la Vila de Gràcia, que se te ocurra ubicar allí el mismísimo bosque de Sherwood, con su síndrome y sus okupas robinhoodianos y todo, ¡manda entuertos!). Y si bien el opúsculo advertía: "no vull que es pensi que l’estratègia/tàctica policial en referència al moviment antisistema a Gràcia, es [sic] tractat [sic] com una guerra resolta en diverses batalles", tres años más tarde tenemos muy clara su preferencia por la guerra, y dentro de ella, por el modelo take-no-prisoners-bienvenidos-sean-los-daños-colaterales, del samurai Miyamoto Musashi (frente a los descartados de Von Klausewitz, Sun Tzu, Julio César), si bien no ya circunscrito a Gràcia sino a toda Cataluña. Vale.

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