miércoles, 1 de noviembre de 2023

suelos de agua

Beware the thoughts that linger
winding up inside your head.
(G. Harrison)

noche de sábado tras algún que otro exceso laboral. a la majadera sensación del deber cumplido y el salvífico baño de bosque matinal, sigue la inesperada invitación a la inauguración de la cervecería de un antiguo compadre de correrías. con el traje de prestar oídos recién planchado, se abraza con el amigo y tras un diálogo ralo pero eufórico, se integra discretamente en los corrillos de desconocidos. jarra a jarra, sin embargo, se desbrava su interés por el intercambio de anécdotas, reflexiones y ocurrencias varias, que desplaza hacia el minucioso escrutinio de las señales de seducción y esnobismo que alimentan cada gesto, inflexión, carcajada. hasta que, cansado de conjeturas patafísico-sociológicas, y agotados canapés, croquetas y dados de tortilla, aprovecha la repentina algazara con que es recibida la inevitable retahíla de éxitos retro, para eludir su turno en el karaoke y marcharse a la francesa.

búho deslumbrado, más alterado que mareado, escoge volver a pie a pesar de la distancia, confiado en el poder analgésico del aire. bajo el mismo nomenclátor, le cuesta reconocer el escenario en el que en otro tiempo estudió, se encanalló, amó. son tantos los cambios en el atrezo y los figurantes que concluye que la que ahora cruza debe ser esa otra ciudad que -vampirizando a la de su memoria- se ofrece como reclamo en guías y agencias de viaje. quizá por ello, ni siquiera se sorprende cuando, parado frente a un semáforo, asoma en su rostro un inesperado rictus bobalicón, sin duda deudor de ese neonarcisismo fraternal tan en boga hoy en día.

una vez en casa, se desviste a oscuras para no despertar a su mujer. ¡dormir, debería ser tan fácil, después de años de experiencia! pero ahí están el calor que no cesa, los coletazos de la juerga del bar de abajo, el zumbido de un mosquito, el rugido agreste de una Harley o la ordalía de gemidos y aullidos de los vecinos de enfrente, con un orgasmo tan prodigioso que le entran ganas de salir al balcón a agitar el pañuelo. cuando, tras varios cambios de postura, se acurruca abrazado a ella, un ronroneo esférico surge de lo más hondo del sueño amado, y la placiente ensoñación de una existencia felizmente remansada, incorruptible, recorre su espinazo sin prisas.

suenan las tres en el instante en que el sopor se apodera de su conciencia y un canto rodado, surgido del fardo de la noche, cae en cámara lenta sobre las sábanas. no hay vibración ni salpicadura, pero la incesante acometida de las ondas lo mantiene alerta, aferrado a la almohada. y aunque intenta en vano pedir auxilio a su mujer -quizá en el lavabo o, desvelada, mirando la televisión en el salón-, por más que se introduce los dedos en la boca para pinzar las cuerdas vocales, apenas emite un silencio de aristas mojadas, que amplificado en su cerebro, le fuerza a sumergirse en cuanto creía sepultado bajo el agua: en las palabras ahogadas y las que brotaron en cascada; en las decisiones erróneas, las amistades perdidas, los golpes que la rabia le impidió devolver; en el negocio familiar fallido, las llamadas que jamás retornó a su madre, el inane aborrecimiento de quien no tuvo el coraje de ser...

sueños, suelos de agua en los que -por efecto de la refracción- vergüenza, dolor, frustración o ira resultan finalmente indistinguibles de la escurridiza felicidad. cuando apuntan las primeras luces del día, una lluvia musical, finísima -tal vez producto de quien sueña su insomnio-, se filtra por sus oídos y apacigua el fuego de su mente.

2 comentarios:

  1. Notable fragmento de vida. Para mí, que el desencadenante de la onda desasosegante fue la retahíla de éxitos retro, más aún ante la atenta mirada de George Harrison. Justo ayer mi hijo me comentó que ha empezado a escuchar el All Things Must Pass, de momento My Sweet Lord e Isn't It a Pity. Pronto llegará Beware of Darkness. Un saludo cordial.

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    1. Gracias por su comentario. A veces, lo más sencillo, léase dormir, puede enredarse de tal modo... Igual es que, en el fondo, no hay nada que nos haga más felices que complicarnos la vida. Por lo demás, celebro lo de su hijo. Debe tratarse de algún extraño virus generacional. Le confieso que mis hijas tienen "Wah-Wah" como tono de llamada en su móvil. En fin, un cordial saludo.

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