porque conviene andar voto avizor...
travesía del golfo de Roses, con viento de gregal y mar rizada, bajo un cielo raso de un azur sin matices, prístino. sentado en cubierta, sobrellevo los repizcos del sol primero, mientras sincronizo mi conciencia con el reloj sin manecillas del oleaje. sin ánimo para enfrentar la visión abisal del mar abierto, oteo a babor la vibrátil sucesión de playas, dunas y pinos, y los perfiles apenas intuidos de Empúries, Sant Martí o Roses, con no menor arrobo que aquellos mercaderes foceos que bendijeron a sus dioses al avistar esta costa virgen.
pegado al cabo Norfeu, un colosal gato tendido vela la navegación desde los tiempos de Orfeo. con pétreo celo mineral, da fe de mi perpetua vacilación, por la que, varado en la insalvable tensión entre lo voltario y lo razonable, lo obsesivo y lo intolerable, apenas puedo oponer mi perplejidad a la oleada de revanchismo cínico y mendaz, a la desvergonzada ceremonia del encarnizamiento camuflado de determinación, que amenaza con abocar a nuestra sociedad al naufragio. ¿pero cómo sortear, amigo gato, los farallones de la apatía o la resignación?