martes, 1 de septiembre de 2020

crepuscular en verano

llegan gritos desgarrados de la calle (quizá una mujer, un crío o un lunático) entre el parloteo remolón de los vecinos. cuando sale al balcón, un estentóreo cumpleaños feliz borra todo rastro de dolor, rabia o impotencia. el calor sofocante y un sopor enredador le despistan una y otra vez de la escritura, a cada minuto más laberíntica. un leve temblor entre las sienes le devuelve la preocupación por el creciente desgaste de las dovelas de su cabeza.

y lo mandaría todo a rodar, comenzando por el trabajo, los amigos, la hipoteca y el barrio de toda la vida, haciendo hueco en tan ominoso saco a la novela eternamente en el cajón o al recurso fácil a los buenos viejos tiempos. abajo, un tendero ocioso y un borrachín despechugado se deshacen en zalamerías con un gamusino hambriento. sin turistas, sin niños, sin fiesta, en esta raspa de verano de 2020, la gente solitaria fantasea con átomos de brisa clandestina.

gotas de sudor jarrean sobre el portátil. se filtran entre las teclas, alcanzan placa y disco duro, hasta anegar carpetas y ficheros, amenazando con arramblar la escaleta del engendro: un oculto crimen familiar, revelado en sueños al protagonista por el culpable, su propio padre ya fallecido. una trama truculenta, que una vez desatados los demonios consanguíneos reprimidos, culmina en una ridícula sesión de hipnosis grupal entre parientes y un final inverosímil: la confesión de la autoría del -hasta entonces- amnésico protagonista"¿por qué insistes en esa estúpida novela, si es la poesía la que te da la vida?" (no es su padre quien le habla desde el más allá, sino el ojo de Horus del papiro facsímil que cuelga en la pared, últimamente aficionado a revolver en el jeroglífico de sus frustraciones).

siente la querencia, pero la emoción le es esquiva. Hölderlin, Rimbaud, Vallejo, Cernuda: sus versos otrora prendieron en su corazón airado, aunque hoy apenas advierta aquel latido interrogante. ¿cómo revivir el éxtasis de cuando se asomó por primera vez a su abismo? ¿merece la pena? visiones inconclusas de la realidad reverberan en la sabia esgrima de sombra y resol de este atardecer urbano, en la prismática ensoñación de un tiempo -otro más- abocado al diván del olvido.

2 comentarios:

  1. Puedo verle sudando la gota gorda, lo que prueba que su texto transmite. A lo mejor ambientar la novela en el crudo invierno le ayuda a contrarrestar el sofoco.

    En cuanto a sus dudas, me reconozco en ellas, también en la añoranza de la emoción. Y eso que aún no ha llegado el momento de tratar de publicar el fruto de su trabajo, si al final consigue rematarlo. Es como una carrera de obstáculos en la que cada valla es un poco más alta que la anterior y no, no es una ilusión por el esfuerzo acumulado. Piense que si logra interesar a una editorial aún quedará la tarea de promocionarse.

    Claro que la inacción despierta aún más inquietud, más angustia, ¿o no?

    Un saludo cordial

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    1. La verdad es que jamás se me ocurriría escribir una novela. Espero que me disculpe el "engaño". Tengo amigos y conocidos que sí que se han atrevido y han publicado, y me generan una sana envidia. Pero más allá de este "pequeño" detalle, el texto surgió de todas esas dudas, añoranzas y vallas que comenta, que abordan a cualquiera que se plante ante un papel, un lienzo o un pentagrama en blanco, y a las que, afortunadamente, no soy inmune. Un cordial saludo.

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