martes, 1 de septiembre de 2020

crepuscular en verano

llegan gritos desgarrados de la calle (quizá una mujer, un crío o un lunático) entre el parloteo remolón de los vecinos. cuando sale al balcón, un estentóreo cumpleaños feliz borra todo rastro de dolor, rabia o impotencia. el calor sofocante y un sopor enredador le despistan una y otra vez de la escritura, a cada minuto más laberíntica. un leve temblor entre las sienes le devuelve la preocupación por el creciente desgaste de las dovelas de su cabeza.

y lo mandaría todo a rodar, comenzando por el trabajo, los amigos, la hipoteca y el barrio de toda la vida, haciendo hueco en tan ominoso saco a la novela eternamente en el cajón o al recurso fácil a los buenos viejos tiempos. abajo, un tendero ocioso y un borrachín despechugado se deshacen en zalamerías con un gamusino hambriento. sin turistas, sin niños, sin fiesta, en esta raspa de verano de 2020, la gente solitaria fantasea con átomos de brisa clandestina.