sábado, 11 de agosto de 2018

Portbou

el tren deja atrás el túnel y su traqueteo se agota lánguidamente bajo la colosal marquesina de hierro y vidrio de la estación. después de tantos años, Ω se abandona a la monumentalidad del espacio -pronto escamoteada por la sorda algarabía de la docena escasa de pasajeros-. luego cruza el vestíbulo desierto, desciende la escalinata ante la que se abre la población y, sin prisa por presentarse en el hotel, sube hasta la iglesia de Santa María, desde cuya explanada contempla la panorámica de la bahía. de su callejear preliminar anota los siguientes detalles: las continuas pendientes de una trama urbana ya de por sí apretada y alambicada; lo abigarrado y trasnochado de viviendas y comercios; los cascos desarbolados del antiguo ayuntamiento o el hotel Portbou. por lo demás, perplejo ante la carencia de recuerdos visuales de su primera visita, decide prolongar su estancia dos días más.

el sol se desparrama sobre su frente, cuando Ω alcanza la tapia del cementerio. empuja la cancela y se entrega a la deriva del tictac de sus pasos en la grava, de la claridad fugitiva de las paredes enjalbegadas, de la evocación de tantos otros cementerios (Sinera, L'Escala, Sète, Mahdia), en los que la memoria se erige luz de sal. una vez fuera, es hora de enfrentar el Memorial abierto en la roca. desciende la penumbra de los peldaños del pasadizo, concentrado en el resonar de unos pasos que ya no son suyos. con la reaparición de la luz y el mar en calma, todo el dolor anónimo de la historia despliega sus alas. 

después de almorzar en El España y del ineludible rato de lectura en la terraza del hotel, ausculta el rumor de las olas tendido en la playa. los guijarros grises, la asombrosa inmovilidad de los cuerpos -como confinados en las aguas de límpida oscuridad-, la vigilancia escarpada de las rocas mordidas por la sal y el óxido, parecen simples percepciones sin relación alguna. hasta que la mirada, vaciando de fuego el último destello del día, se posa sobre el nombre -Angelus Novusde una barca amarrada. es entonces que estación, calles, carretera, pasos de montaña son convocados a su mente en toda su significación: pasajes de Portbou, de la guerra y el exilio; de la emigración, el turismo, la decadencia... Portbou: frontera geográfica y de la luz, tiempo centrífugo y gravitatorio. Portbou: eternidad espesa, limítrofe con la extinción.

4 comentarios:

  1. Qué belleza su texto y también Portbou. Qué ganas de volver.

    Un fuerte abrazo, Nadie.

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    1. Gracias por su comentario. Portbou es hoy un lugar sosegado, pero en el que todavía se perciben ciertas fuerzas complicadas de explicar. Tal vez ahí está la razón de que produzca sensaciones contradictorias en quien lo visita.

      PD: La próxima vez prometo visitar el cementerio a la hora del amanecer. Un cordial saludo.

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  2. Según leía su texto imaginaba la banda sonora: https://youtu.be/Und9ytzHCq4
    El tema se titula: Tierras de frontera.

    Feliz travesía

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    1. Buen tema. Gracias por su aportación. Me remito a mi respuesta a M.T., al respecto del sosiego, pero también de los sentimientos contradictorios surgidos de la peculiar relación que espacio, tiempo, luz y penumbra mantienen en las coordenadas Portbou. Feliz travesía también para usted por Sicilia.

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