domingo, 1 de enero de 2017

¡RITMO!

"Sí, a veces la puerta ha empezado a abrirse..."
(Julio Cortázar, "El perseguidor")

no era cosa del tiempo, los agujeros negros o el karma instantáneo; tampoco de la esponja o la estrella ajenjo. menos aún tenía que ver con brujería, dipsomanía lisérgico-fumeta o brote esquizofrénico alguno. ERA EL RITMO, EL RITMO. pero ¿qué ritmo? "¿ES QUE ACASO NO LO SIENTES?", replicaste con las pupilas absortas en algún páramo abierto entre el entusiasmo y el enigma.

aunque lo cierto es que se antojaba misión imposible intentar aislar algo similar a un ritmo en toda aquella cacofonía de bocinas, motores y griterío de lunes al mediodía en pleno centro. te propuse –recordarás- aparcar las prisas en cualquier cafetería para diseccionar nuestras respectivas vidas después de meses y meses sin vernos, una vez disuelta la banda. tenía interés por saber de tus dibujos y fotografías, TU MÚSICA. pero tú, puro diapasón cósmico de ojos saltones enfundado en negro, no cejabas de marcar algún oculto compás con tu cuerpo, inexplicablemente locuaz sin articular palabra, alentándome a sintonizar CON LAS MÉDULAS (¡?), arqueando el cuello cual comadreja a la caza del mirlo blanco de la existencia: EL RITMO, SÍ, COÑO, PERO ¿QUÉ RITMO?

me preguntaba qué quedaba en semejante médium de cadencias siderales de aquel batería ante el que habíamos caído rendidos en la audición de prueba; de su contención giróvaga: el mirar transparente abismado en su groove, apenas alterado por el adorno siempre impredecible, abriendo el tema más anodino a la palpitación del ramaje que precede a la tormenta. no obtuve respuesta, por supuesto. tan solo la vaga promesa de alguno de tus dibujos, compromiso que la común indolencia y tu repentino final se encargaron de disipar. confieso avergonzado que mientras tu figura macilenta se fagocitaba entre la multitud, poseída por el mismo swing que la había traído, me dije para mis adentros que estabas totalmente ido, un lunático atrapado en alguna galaxia remota por la inercia de alguna órbita mal calculada, de la que, por fortuna, yo había conseguido librarme.

y así hasta esta tarde de principios de año, en que la lectura de la exaltada odisea sin Ítaca de Johnny Carter me ha llevado, por algún ignorado agujero en el calcetín de la mente, a evocar aquel frío atardecer de sábado en que, de vuelta al local de ensayo para despedirme de las otras bandas, interrumpimos la animada charla, atraídos por el inesperado recital procedente de nuestro cubículo. presos de un extraño fervor, arramblamos birras y canutos y fuimos allí, sin osar cruzar el umbral por no hollar el recinto, manteniendo un silencio reverencial, suspensos, anhelantes, dejando que aquella mágica sucesión de ritmos, solos, fills, fraseos sincopados que emergía de tus baquetas, nos elevara en el aire, metamorfoseados en soplo, aleteo, estela desamarrada del compás creador primero, anterior al caos y al orden, al grito y la forma, el hálito o las heces. 

contemplo en la pantalla una imagen de tu idolatrado Krupa, y sé que si estuvieras aquí, harías oídos sordos a mi palabrería. pero si alguna vez te hiciste uno con el ritmo de las esferas (¡EL RITMO, SÍ, EL RITMO!) fue durante aquella sesión inolvidable, tu particular "Amoreus" de despedida, a la postre telón -aunque, ilusos perseguidores en ciernes, no lo presagiáramos entonces-, de un local, una banda y un tiempo vivo y apasionante como ningún otro...

9 comentarios:

  1. Con el tiempo, el ritmo toma el color amarillento de la cúrcuma y se ralentiza, viciado por el inaudible cri-cri de la carcoma.
    Hay que procurar que el sano ejercicio de la nostalgia no caiga como una losa sobre el pie que intenta un zapateado liberándose del gemido de un tobillo oxidado.

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    1. Justo ese pensamiento me bullía por la cabeza cuando el verdadero protagonista de la entrada me comentaba sus cuitas estos últimos días, pero luego me dio por pensar que incluso los perseguidores más recalcitrantes caen a veces en la tentación de devolverse a los círculos más amarillentos de su memoria, siquiera sea para recobrar energías y tomar nuevo impulso. Un cordial saludo y hasta pronto.

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  2. "... la música me sacaba del tiempo... la música me metía en el tiempo"

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    1. Esa es sin duda una de las virtudes que la música tiene por su propia naturaleza: estar por delante y por detrás del tiempo, ser más tiempo que el tiempo...

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    2. Es Kairós, Aión y Cronos.

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    3. Justa la fusta, estimada M.T.

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  3. No es fácil escribir sobre música. Alguien dijo que tanto como bailar arquitectura. Lo que es yo me quedo un poco con la curiosidad de conocer más sobre aquella etapa, creo que podría empatizar. Su nostalgia me suena fresca.

    Un cordial saludo.

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    1. Le agradezco el comentario, aunque la verdad es que el nadie de hoy casi no se ve reflejado en el texto ni en los tiempos que menciona. Lo que si ha procurado no perder desde entonces es el impulso creativo (y no me refiero solo a la musica, el arte o la literatura, sino a cualquier esfera de la existencia) que animó aquella época. Y hay días en que -pobre iluso- incluso sueña que lo ha conseguido. Un cordial saludo.

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    2. Suele ser así. El propio interesado es a quien más le cuesta reconocerse en aquel que un día fue. Sin embargo quienes también vivieron la época o compartieron inquietudes pueden verse reflejados en las experiencias pasadas de otro. No me atrevo a generalizar pero a mí me pasa, sobre todo con los ambientes visionarios de los setenta y los más sórdidos y oscuros de los ochenta. Es como una obsesión, supongo que porque entonces era joven. Joven e impresionable, un cóctel potente para un alma sensible.

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