miércoles, 29 de julio de 2015

dios

Si amas la verdad, sé amante del silencio.
(Isaac el Sirio)

con el espíritu convenientemente forjado en el yunque de la quietud, la soledad y el silencio, y desarmada ya la mente por la frugalidad del comer y la ausencia de lecturas narrativas, no tengo reparo en confesar que anoche logré ver a dios surgiendo de improviso de una de las infinitas grietas abiertas entre los sillares del claustro del monasterio al que me he retirado a meditar en exasperado intento por reencontrar mi centro de gravedad. prevenido por el conocimiento de algunos textos sagrados orientales, no me sorprendió tanto su parvo tamaño (poco más que el hueso de una picota) como lo excepcional de su naturaleza (un abigarrado muestrario de oquedades especulares diversas levemente achatado por los polos). rápidamente surgieron en tropel todas las preguntas y dudas largo tiempo abrigadas tras los postigos del alma. pero antes de que yo pudiera decir nada, apoderándose con su solo hálito del silencio de la oscuridad, me lo exhaló con tal precisión a la cara que no solo selló mis labios sino que partió en dios mi caparazón.

y entonces vi extenderse una cortina acuosa desde una de sus cavidades, cuyo nudo corredizo, conforme se cerraba sobre mi cuello, transformaba mis cinco sentidos en un arco iris enloquecido, y los elevaba más allá de los muros y las colinas circundantes, de las nubes y los sueños vacíos de los insomnes, de la ciudad y sus pentagramas del dolor y de la alegría, rompiendo las telarañas del cielo, al encuentro de la luz de lo no visible.

y estaba tan embebido en mi dicha, tan endiosado por, tras solo semana y media de privaciones, haber abierto de par en par mis puertas de la percepción, que no supe interpretar el sentido último que se ocultaba tras aquellos a los que rápidamente iba superando en mi ciega ascensión: un ángel desangelado, otro agotado a lomos de un matalón alado, dos ángeles de la prisa, y, finalmente, un griego barbudo con un extraño aparejo compuesto de plumas unidas con cera, y, algo más arriba, un joven -al parecer, hijo del anterior- cayendo a plomo entre una nube de plumas dispersas. una vez sobrepasado este, sentí como una especie de hierro candente se abría paso en mi boca y, tras hacerme estallar los dientes, me abrasaba hasta el último alvéolo en milésimas de segundo.

cuando volví en sí esta mañana, dueño de una calentura delirante y en medio de la extrañeza de monjes y demás huéspedes, acababan de sonar las doce del mediodía. sin ni tan siquiera recuperar del todo ni el yo ni el superyó ni el ello, abandoné de un salto el camastro y me lancé a trompicones escaleras abajo. abrí la portezuela del claustro y, tras dirigir por un leve instante la mirada a los cielos, fui hacia donde lo había visto por primera vez, sin encontrar más huella ni más lección de él que su infinito silencio.

5 comentarios:

  1. Yo a Dios lo vi en un concierto de Battiato. En serio lo digo. Cerco un centro di gravità permanente! También es cierto que no había cenado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es que, cenado o no, las actuaciones de Battiato dan para mucho. Creo que sería en el tránsito de los ochenta a los noventa, en un concierto que ofreció frente a la catedral de Barcelona. De improviso, ante la estupefacta mirada de los allí presentes, desde el centro del público suenan gritos de ¡Franco, Franco, Franco!, algo que por mucho que te guste Battiato, es del todo inconcebible por estos pagos. Obviamente, no tardamos en percibir que solo se trataba de un grupito de "belle ragazze", con evidente profundo desconocimiento de los avatares más siniestros de nuestra historia reciente. Pero créame que, aun así, daba grima la cosa.

      Eliminar
  2. Además de las privaciones, debe de ser el calor -y, por supuesto, la naturaleza inquieta de nuestras almas- que nos expone a la contemplación de fenómenos y visiones. A mí a menudo se me aparece el huevo mágico -lo hace en superficies lisas en lugar de grietas- y, tras varios meses de desconfianza, de tanteo, creo estar ya entrando en franco diálogo con él. Todo apunta a que me contará la verdad y me enseñará el camino para convertirme en un ser más completo, más pleno, si tan solo logro aprehender lo que busca transmitirme.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No, si el huevo, en forma de tortilla, eso sí, se le apareció también días más tarde al protagonista de la entrada. Es lo que tiene el verano con su ruptura con lo cotidiano. Mal llevado conduce a excesos, desde luego.

      Eliminar
  3. Flor en el muro agrietado,
    te arranco de las grietas,
    te sostengo aquí, con raíz y todo, en mi mano,
    pequeña flor, más si entender pudiera
    qué eres, con raíz y todo, totalmente
    sabría lo que son Dios y los hombres.

    Alfred Tennyson

    ResponderEliminar