jueves, 2 de julio de 2015

clepsidra, 6.00 de la mañana

y entre destello y destello, optas por enumerar cuánta gente interesante desconoces (no se trata de ponerlos a todos, uno por uno, en fila india, aunque te obsesiona, no sabes por qué, la cifra total).

pero más allá de los ángeles rabiosos que firman los libros que lees, los cuadros que contemplas o la música que devoras con tu impaciencia, las sábanas solo devuelven cúmulos de cuerpos fragmentados, el tacto eléctrico o sediento de unos cabellos abandonados entre las sombras, la pequeña cicatriz en la corva o la comisura de los labios, la espectral sonrisa del instante orgiástico y su silencio devorado de nada.

¿qué ocultan los bolsillos tras la pleamar de los dedos? ¿o es tan solo arena, cayendo a peso clepsidra abajo en la mañana?

tu mirada nómada encuentra su oasis en la desdibujada lámina con el desierto de klee que despunta de entre los cojines, los bocetos, las copas vencidas. todo por hacer, ningún lugar a dónde ir, el nuevo día se filtra entre las lamas de la ventana y bajo el agua de la ducha hasta la más nimia elección (¿zumo o café?) parece sencilla: un sorbo de inexistencia con medio terrón de azúcar.

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