martes, 13 de noviembre de 2012

De collares, cánidos, parques y silencio

Los mismos collares de siempre para los perros nuestros de cada día. Esperanza Aguirre (según dicen, una vez más presta al asalto, esta vez de la alcaldía de Madrid): "Las huelgas generales deberían estar prohibidas" ("¡Sí, Espe mía, canis lupus lupus! ¡Tú eres bella, la más bella de las criaturas a ambos lados del espejo! No cambiaría tus ojos enfebrecidos, tu desfachatez, tu muermo bizarro, ni por todas las huríes de la eternidad"); García Margallo y su comparación del referéndum catalán con un golpe de estado (Tothom quiet! A terra! A terra!); Duran y Lleida: "Es una vergüenza y una inmoralidad que se rescate a los bancos antes de rescatar a las personas de los problemas derivados de la crisis" (gracias, Josep Antoni, contamos contigo para el 14); o el doble, triple y por qué no, cuádruple discurso del des(Gobierno) ante la lacra de los desahucios: LFD, "el Sucio" ("la Policía cumplirá y hará cumplir la ley en los desahucios de viviendas"), frente al golfo apandador de Guindos (“Que ninguna familia de buena fe (¡?) se quede sin techo”). ¿Cómo no tirar de socarronería e ingenio ante tanta ruin estulticia? Sería tan fácil. Pero no hoy, hoy no...

Me gusta pasear por el parque con la llegada de las primeras sombras, cuando madres, abuelos y algún que otro padre desocupado se aprestan a devolver a las criaturas al calor del hogar. Tomar asiento y sentir esa húmeda frescura de las primeras sombras, la desnuda pesadez de la nada urbana sobre los gastados ropajes del ser. En esos momentos de inminencia, en los que todavía titilan las alegrías de los juegos ajenos a noción de futuro o devastación alguna, pareciera como si uno llegara a romper amarras con la infame realidad de este momento presente, con toda esa jauría culpable hábilmente travestida en juez y verdugo, en todas sus voraces y ominosas formas de ejecución: recortes, desempleo, falta de oportunidades y expectativas, aislamiento, desahucio, desesperación, suicidio.

Y, de vuelta a casa, sería fácil seguir el proceso habitual. Tirar de uno de tantos alter ego, sentarse ante el ordenador, y lanzarse a la aventura de bucear entre lecturas, obras o grabaciones la inspiración para la enésima entrada, para una nueva bocanada de mísero aire entre las miasmas, un nuevo escupitajo negro con el que mantener a raya a la locura, a esa demencia frente a la que nos arroja el delirio de los oscuros fantasmones que hoy recorren Europa con la palabra austeridad bordada en sus sábanas manchadas.

Sería tan fácil. Pero no hoy. Hoy no. Tan solo un hondo silencio.

Ensordecedor silencio.

Por los que no están.                                                                      Por los que quedan.


Silencio que, por supuesto, no es ni nunca será mudez.


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