viernes, 19 de octubre de 2012

"Alrededor de Pilatos, Jesús y la cruz", por Inmaculada Calderón (Plumas ajenas #7)

If Jesus had been killed twenty years ago,
Catholic school children would be wearing
little electric chairs around their necks
instead of crosses.
(Lenny Bruce)

- Crucifixion?
- Yes.
- Good. Out of the door, line on the left, one cross each.
(Monty Phython, Life of Brian)

No es que nos prodiguemos mucho en esta bitácora, como bien sabéis, en temas religiosos. Fuera de una entrada dedicada a la presentación del libro de Halil Bárcena, Sufismo, las menciones en 20años... a cuestiones o personalidades pertenecientes al ámbito religioso son, de tan contadas, prácticamente nulas. Tal vez a ello haya contribuido nuestra fervorosa descreencia, cierto cansancio hacia figuras, religiosamente hablando, para nosotros poco modélicas -léase aquí el totum revolutum de la jerarquía eclesial católica- y, last but not least, el alto listón que al respecto del tratamiento satírico de lo religioso dejaran figuras como las arriba citadas o, sin ir más lejos, el arcipreste de Hita o el anónimo autor del Lazarillo de Tormes. Aun así, estando Nadie el otro día de cháchara inmanente con una de nuestras más fieles lectoras, M. T., la cosa fue tan alto, tan alto, que a la trascendencia dio alcance. Una trascendencia que tenía nombre propio, el de Inmaculada Calderón (poeta, editora, filóloga y teóloga), y un origen: una discusión -en el buen sentido de la palabra- de foro acerca de la responsabilidad del "catalán" (ver enlace) Poncio Pilato en la muerte de Jesús, que derivó en el análisis del procedimiento escogido para su ejecución y del cómo dicho método había acabado colgando del cuello de millones de fieles por todo el mundo. Lo que sigue es un extracto de aquella admirable conversación: 

Sobre la responsabilidad en la muerte de Jesús:

A Jesús ya lo había sentenciado el Sanedrín, que era a quien en realidad molestaba. A los romanos las disputas religiosas entre judíos les daba igual, ellos tenían algo más importante que hacer que descubrir y ajusticiar falsos mesías: ellos tenían que mantener el imperio conquistado en paz para poder seguir conquistando más. En cuestiones religiosas lo único que les importaba era que se diera culto al emperador, porque eso formaba parte de la garantía de unidad del imperio. Pero los dioses que fueran adorados a su lado, les daban lo mismo. El problema con los judíos, que más tarde fue mucho mayor con los cristianos, era que se negaban al culto imperial porque su monoteísmo se lo impedía. Por eso tenían un estatuto especial y siempre andaban en la cuerda floja.

Así que, volviendo a Jesús, ni Pilato ni ninguna autoridad romana le habría llamado nunca la atención por las disputas internas con los sacerdotes del Templo, ni porque un grupo de exaltados le declarara mesías, siempre y cuando no alentara las revueltas contra Roma. De hecho el praefectus nunca se había fijado en Jesús, ni para bien ni para mal.

Sin embargo para los saduceos, que dominaban el Sanedrín, así como para los fariseos sí constituía Jesús una amenaza, ya que si su movimiento seguía captando adeptos a ellos el chiringuito se les caía. Saduceos y fariseos estaban enfrentados por cuestiones teológicas y crematísticas. Los saduceos mantenían la antigua creencia judía de la retribución en la tierra, es decir, que al bueno le va bien y al malo mal, por simplificar la cuestión, ya que, como tradicionalmente el judaísmo hasta su contacto con el helenismo, no creían más que en una pervivencia difusa del ser humano en otra vida en un lugar llamado Sheol, el mundo de los muertos donde los hombres eran una especie de espectros sin existencia definida. Por eso, dando la vuelta al argumento, se dedicaban a la buena vida, y a atesorar riquezas gracias a la gran fuente de ingresos que era el Templo. Por su parte los fariseos eran estrictos cumplidores de la ley, con una casuística que multiplicaba hasta el infinito las normas. No eran mala gente, es decir, eran honestos y rectos, pero sí escrupulosos y fanáticos y hacían recaer sobre sus hombros y los de los demás un yugo insoportable de tan pesado.

Ambos grupos veían en el movimiento de Jesús una amenaza. Frente a la ideología farisea, Jesús presenta un camino cuyo único mandamiento es el amor, y se ríe literalmente de tantas normas absurdas ("lo que se come se caga, pero lo que hay en el corazón prevalece"), que lo único que hacían era distraer al ser humano de lo verdaderamente importante. Pero es que la oposición a los saduceos era todavía mayor. Los fariseos eran gente cargante, unos oprimeconciencias, pero no llevaban intereses de tipo económico, sin embargo los saduceos sí. Los saduceos eran la casta sacerdotal que detentaba el poder religioso. Eran los que esquilmaban al pueblo en nombre de Dios, los que habían convertido el Templo en una cueva de ladrones. Ellos sí tenían intereses más allá de lo religioso en acabar, no sólo con Jesús, que en más de una ocasión había denunciado sus manejos, sino con todo el movimiento, para que la gente volviera al redil y siguiera produciendo beneficios al Templo (los animales de los sacrificios había que comprarlos allí, de los rebaños de los sacerdotes, porque de lo contrario decían que eran impuros, pero como la moneda romana tenía la efigie del emperador y era pagana, tampoco podía entrar, por lo que tenía que ser cambiada antes por otra de curso legal sólo en el Templo con un cambio abusivo, con lo que los sacerdotes, que no hacían ascos a denarios y septercios fuera del recinto religioso, se ponían las botas).

Por eso Jesús y su mensajes eran los enemigos y el Sanedrín decidió que debía morir, pero también era necesario desprestigiar su mensaje.

Se ha comentado a veces que el Sanedrín no tenía potestad para condenar a un reo a muerte, y eso no es cierto. El Sanedrín sí gozaba de esa potestad, pero sólo para delitos de tipo religioso, pero es que el de Jesús sí lo era (ser un falso mesías, haber dicho que destruiría el Templo...). Lo que ocurre es que la forma de ejecutar la sentencia era la lapidación, y al Sanedrín no le interesaba que Jesús muriera lapidado porque esa era la forma en que muchos profetas, después reconocidos y venerados, habían muerto ("¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a tus profetas!"), por lo tanto necesitaban una muerte mucho más infamante.

Y esa sólo estaba en manos de los tribunales romanos: la muerte en cruz.

El Deuteronomio decía que era maldito de Dios aquel que moría colgado de una cruz, así que la forma de acabar no sólo con el mensajero, sino también con el mensaje era esa: había que conseguir que Roma dictara la sentencia.

Pero cuando la causa de Jesús llega a Pilato, este al principio la rechaza y le dice a los ancianos del Sanedrín que se encarguen ellos, que él no entiende de disputas teológicas y está allí para mantener el orden del imperio. Así que la acusación tiene que enfocarse de otra manera, y al final Jesús es presentado como un zelote enemigo de Roma, como un alborotador que está sublevando a las masas para que no paguen tributo al emperador y como el responsable de futuras rebeliones, con lo que Pilato no duda en sentenciarlo, pues para eso está él allí, para evitar desordenes y desmanes que pongan en peligro la pax romana en ese hervidero que era la provincia de Palestina.

Así que, tarraconense, catalán o de donde fuera, Pilato no fue más que el instrumento formal de una condena que ya venía preparada de antemano.



(En este momento de la conversación, M.T. hace a Inmaculada una observación cercana a la ocurrencia de Lenny Bruce, al respecto de que bien podría haber acabado siendo una piedra el símbolo del cristianismo. Esta es la respuesta.)

La cruz no era el símbolo de los primeros cristianos. En los primeros siglos, a pesar de que ya se habían dado persecuciones en el imperio, los diversos grupos de cristianos no habían todavía desarrollado una teología sacrificial, por lo que la cruz era para ellos lo que en realidad es: el instrumento de tortura en el que muere Jesús y en el que nadie más debería morir. Para ellos lo importante es la resurrección, por tanto sus símbolos eran: el pez (acróstico de Jesús, hijo de Dios y salvador), el crismón (monograma de Cristo, es decir la ji y la ro griegas superpuestas), el buen pastor, la paloma con la rama de olivo, el orante, alfa y omega, el áncla y en la zona oriental el ave fénix.

La cruz vino después, cuando se desarrolló toda una teología del sacrificio, después del siglo III.

Sobre la cruz, lo que ha representado y lo que no tiene que representar hay un librito de Leonardo Boff muy interesante: Pasión de Cristo, pasión del mundo.



P.D.: Nos tomamos la libertad, querida Inmaculada, de dedicar este otro texto tuyo a nuestro "colega" Juancho Armas Marcelo:

De Poncio Pilato lo único que sabemos comprobado por diversas fuentes, como Tácito o Flavio Josefo, es que fue praefectus de Judea designado por Tiberio a instancias de Sejano. De su origen nada se sabe. Un evangelio apócrifo del siglo III recoge las llamadas "Actas de Pilato" en donde se afirma que era oriundo de Tarraco y se nos informa del nombre de su mujer, Claudia Prócula, pero nada de esto puede considerarse en rigor histórico, puesto que, por una parte, no hay otras fuentes que lo confirmen, y por otra se trata de un texto muy tardío de carácter folclórico religioso.

2 comentarios:

  1. Inma es de una vastísima erudición. Es un placer leerla, escucharla y... salir a tomarse unas copas con ella, también. Debería escribir un libro con todo esto. Hace mucho que se lo digo, pero si quieres arroz, Catalina...

    ResponderEliminar
  2. Same as above. O sea, de acuerdo en todo todito. Genial Inma, erudita, amiga. Y un placer escucharla en tantos momentos ante una audiencia o, privilegio, para una sola.

    ResponderEliminar