sábado, 12 de mayo de 2012

Cemetery gates

Escribía el martes pasado nuestra compañera S'peare sus impresiones sobre dos espléndidos poemas de Andrés Sánchez Robayna y Oscar Wilde compuestos alrededor de la sepultura de John Keats en el Cementerio del Testaccio, en Roma. Pero -tal como nos recordaba ayer en la pausa del café- en el caso de Wilde, no eran las únicas líneas escritas ni sobre este cementerio construido sobre los restos de ánforas procedentes de la antigüedad, ni sobre su ilustre residente inglés. De hecho, la primera versión del poema citado por S'peare emergía al final del artículo que hoy queremos reseñar: "La tumba de Keats".

En él, el escritor dublinés nos introduce con paso de peregrino en el camposanto a través de su famosa y exótica pirámide, "símbolo de la edad del mundo", que en época medieval fuera considerada sepulcro de Remo, pero cuyo verdadero ocupante, tal como afirma Wilde, era cierto noble romano llamado Cayo Cestius. Wilde destaca el sentimiento que produce a todo escritor británico esa pirámide cuya sombra nocturna se extiende sobre la tumba de uno de los poetas del "gran cortejo de los dulces cantores de Inglaterra", "un sacerdote de la Belleza inmolado prematuramente" a la manera del San Sebastián del Guido.

Lo que sigue es el callado rumor de un epitafio inolvidable: "Here lies one whose name was writ in water" ("Aquí yace un hombre cuyo nombre fue escrito en agua"). Como también las emotivas palabras de Shelley, quien antecediera a Wilde en la visita: "se enamoraría uno de la muerte al solo pensamiento de ser enterrado en semejante lugar", a las que Wilde responde con unas líneas de no menor belleza, y que a algunos os traerán ecos de Miguel Hernández: "Y, realmente, cuando vi las violetas, las margaritas y las adormideras que cubrían la tumba, recordé que el poeta difunto había dicho una vez a un amigo suyo que el placer más intenso que había experimentado nunca en su vida había sido el de ver crecer las flores, y que, en otra ocasión, después de haber permanecido durante un rato tendido, inmóvil, había murmurado con un extraño presentimiento de su muerte prematura: 'Siento las flores crecer sobre mí'".

Unas cuantas décadas más tarde, un cantante británico, Morrissey, compulsivo lector en su adolescencia de Wilde, escribía la letra de un no demasiado conocido tema de The Smiths, "Cemetery Gates", perteneciente al aclamado LP The Queen Is Dead, y que hoy os ofrecemos -ya que es sábado- como undécima entrega de ALGO MÁS QUE RUIDO... A nuestro modesto entender, tal vez se trate de una de las más inteligentes letras de la historia del rock, en la que tras una breve pero sentida alusión al tópico del ubi sunt?, Morrissey dirige una sutil crítica a la trivial expresión poético-sentimental de un supuesto acompañante (apoyada en citas reales -Shakespeare- o de fuentes inventadas), en lo que asimismo es una brillante lección sobre los peligros del plagio y, al mismo tiempo, la afirmación de su radical inevitabilidad (el hecho de que por entonces Morrissey fuera víctima de constantes acusaciones al respecto, las más de las veces desmedidas, nos conduce finalmente a una interpretación mordazmente especular del tema).

Y todo ello rubricado con un estribillo caracterizado por la inconfundible ironía de Morrissey ("A dreaded sunny day, so let's go where we're wanted: And I meet you at the cemetery gates" / "Un espantoso día de sol, así que vamos donde nos quieran: nos vemos en las puertas del cementerio") y los dos siguientes versos, también con segundas hacia sus críticos: "Keats and Yeats are on your side but you lose because Wilde is on mine" / "Keats y Yeats están contigo, pero has perdido porque Wilde está conmigo". De ahí que, también irónicamente, podamos entender la imagen que tenemos a nuestra izquierda como una curiosa canita al aire funerario-poética.

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