fue el jueves pasado cuando finalmente claudicaste bajo el temporal. tus ramas, azotadas sin tregua durante horas por el viento, combadas por el peso del agua, habían mudado en alarma el solaz cotidiano. cuando el zumbido de la guadaña procedió a serrar la mañana de los patios, un batir de alas y memorias se alzó dolorido.
hasta siempre, ciprés,
testigo
-compañero-
de mi infancia y la de mis hijas.
silente inspiración,
espejo y alivio de soledades
sin enmienda.