trozo de duración disipado en lo eterno
(A. Sánchez Robayna)
una vez cruzado el verde mar del naranjal, al poco de enfilar la vía que, paralela al canal, cruza los arrozales, te descuelgas del abigarrado grupo de ciclistas y pones pie a tierra sin saber el porqué, perplejo, conmocionado, interpelado por la ilimitada extensión de la visión, su armonía imprecisa.