por lo demás,
en aquel tiempo tan hipócritacomo encolerizado,
de rapaces exhortaciones
a polemizar sobre el dedo
para desviar la atención
del enigma de la luna,
le costaba hallar
un ápice de cordura
más allá
del amplio ventanal de la galería,
de los libros y discos apilados en las sillas,
del frío cálido de aquellas mejillas
que, con cada atardecer,
encendían sus sienes.