sábado, 27 de agosto de 2016

luz

Take me to the light.
(Lou Reed's last words)

tiniebla titilante de imágenes
silencio inflamado de ecos
vacío impaciente de vida
luz

martes, 23 de agosto de 2016

jaque mate

Life's too short for chess.
(Henry James Byron)

de súbito, les vino el presentimiento (como si un pájaro yugular se hubiera posado sobre sus manos) de que en aquella partida de ajedrez en que había ido a parar su aventura, no solo valía la pena prescindir de algún peón, un alfil o ambas torres, sino forzosamente de damas y reyes.

jueves, 18 de agosto de 2016

diario, 15 de agosto

a Luciana Mainelli y Martín Medrano

retorno al hogar en plenas fiestas de Gràcia. a pesar de saber que es día festivo, me sorprende y aturde el bullicio en tan temprana hora. pero se ha hecho larga la espera y hay ganas (y no solo entre los residentes) de reencontrarse con la tradición de las calles engalanadas con los decorados creados por los propios vecinos. de hecho, no otra era mi intención, aunque la magnitud de la aglomeración -así como el regusto de las dos semanas de tranquilidad disfrutadas en el Montseny- me disuaden, al menos por ahora, del paseo por Dodge City, la Antártida, las tripas de una ballena o el ciberespacio.

lunes, 8 de agosto de 2016

Ω

Ω recelaba del dolor como forma de conocimiento. a diario, su coartada existencial se dirimía en la sigilosa pugna entre un caprichoso anhelo de trascendencia -significara lo que significara esta-, y un irrenunciable sentido del deber hacia toda forma de placer efímero. pero los festivos, Ω se solazaba con dilemas más sencillos: el regalado aroma de la bullabesa del bar de la esquina, los ronroneos de un gato agradecido, la música de las palabras stellafiume o pensierola siempre inagotable contemplación de una réplica del Jardín de las delicias.

lunes, 1 de agosto de 2016

A

a A le maravilló aquel vetusto hotel frente al mar para el que parecían no haber pasado las décadas. lo había entrevisto unas cuantas veces desde la carretera, y siempre había tenido deseos de alojarse en él. por supuesto, no esperaba gran cosa en lo tocante a la comodidad, pero teniendo en cuenta la monótona inercia de su existencia (no mucho menos previsible que el 98 por ciento* de la de su otrora admirado Phileas Fogg), resulta comprensible que experimentara cierta equívoca satisfacción ante aquel abigarrado cúmulo de inconvenientes en forma de humedades, tufo a rancho marinero ahogado en ajo, un conserje reñido con la cortesía, y un catre que competía en escandalera con los quejíos de suelos, escalera y vecinos metidos en faena. lo cierto es que A estaba resuelto a que nada ni nadie se interpusiera en su anhelo de conseguir todavía no tenía muy claro qué en la semana siguiente.