martes, 24 de junio de 2014

La calle Peligro, onirotáfora punk en tarde de resaka

All these places have their moments / Of lovers and friends I still can recall. /
Some are dead and some are living / In my life I've loved them all.

1: en cada uno de los bares del recorrido habitual, tras cada mirada o desdén, con cada palabra o palmetazo en la espalda, las mil y una veces que en cada concierto llevabais los vasos rebosantes de cerveza a vuestros sedientos labios. desafiabais a la noche del mundo con cada erección de vuestras encrespadas y grasientas cabelleras, y sacudíais el aire enardecido por el humo de los porros con redobles y guitarreos imaginarios. erais arrogantes y zafios, intuitivos y díscolos hasta lo pretencioso, auténticas estrellas del rocanrol sin necesidad de haber tocado una puta nota. una raza aparte de genios incomprendidos, el último eslabón perdido en la cadena que llevaba de elvis a vicious. y los demás debían de ser verdaderos tarados para no haberos dado bola...

2: - pero luego todos se disputaban el honor de invitarnos a un trago. querían tocarnos, besarnos, arrancarnos algún mechón de nuestro cabello, y presumir de haber salido vivos de ello (risas). mesías cada vez más arrepentidos, veíamos cada vez más inevitable un final alrededor de alguna moderna variante de crucifixión entre el olvido, el desprecio o la sobredosis. más allá de las listas, habíamos alcanzado la trastienda en el mismo punto donde la dejara rimbaud: la única iluminación era el infierno. así que solo quedaba llevarlo a la práctica en alguna forma de abismo sonoro al que arrojar los conceptos de vacío, destrucción, asco o caída. recurrimos a todo tipo de material de desecho: pedales, cajas de efectos, viejos micros y amplificadores, que modificábamos, dejándolos irreconocibles. buscábamos un efecto único y definitivo, algo que partiendo de la distorsión, el fuzz, el wah-wah, el feed-back o las afinaciones más extremas, te hiciera volar tan alto como ícaro (risas).
- fue así como nació el detonador.
- (más risas.) sí, esa auténtica granada de mano, un incendio de placer premeditado, caótico e irrepetible de 314 segundos, de muchachos espejo dando alaridos como si hubieran sido violados a martillazos, de chicas absurdas dando una vuelta por el lado salvaje de la caja de schrödinger, de críticos con cuernos perdiendo el sentido o alzando el vuelo con sus muñecas, de sexo irreconocible o de mí mismo desollándome los nudillos en las tablas del escenario hasta que florecieron de ellos púas bífidas de terciopelo...

4 comentarios:

  1. De aquello hace más de 20 años, Nadie, me temo...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿20 años? Tal vez menos. La última vez que vi algo parecido a lo descrito en 2 fue a cargo de uno de los abuelos de los protagonistas, un tal Lou Reed, en el 2000. Fue uno de los últimos conciertos de la sala Zeleste, la del Poblenou, hoy Razzmatazz. Pero sí, las descargas de adrenalina de los jóvenes, me temo, suelen ir hoy en otras direcciones.

      Eliminar
  2. Ah, cuando la música era peligrosa, una amenaza para la sociedad bienpensante. Ha llovido, ¿eh?

    Hoy no parece lejos el día en que London Calling sirva de sintonía a la publicidad de la oficina de turismo de la capital británica.

    Algo habrá que hacer, digo yo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Se me ocurre todavía una pesadilla peor, "Spanish Bombs" como himno de campaña de las Nuevas Generaciones peponas. Pero tranquilo, Gatopando, me temo que The Clash son inmunes a semejantes tropelías.

      Eliminar

Ruleta rusa